A partir de los coacervados, como unidades precursoras de las células y, por lo tanto, elementos primigenios en el origen de la vida, surgieron un tipo de seres capaces de fabricarse su propio alimento a partir de sustancias inorgánicas. Son los trabajadores, las plantas y sus hermanos pequeños, los seres unicelulares. La mayoría de estos seres transforman las sustancias inorgánicas, con la ayuda de la luz solar, en sustancias orgánicas y en energía en un proceso conocido como fotosíntesis. Se les conoce como autótrofos.
En el proceso evolutivo surgieron otros organismos, los explotadores, que se alimentaban y alimentan de las plantas. Son explotadores porque se aprovechan de los trabajadores para seguir viviendo. Les llamamos animales, a los pluricelulares, y heterótrofos a todo el grupo, en el que se incluyen los unicelulares.
Pero el proceso evolutivo no se quedó ahí. Aparecieron otros animales que, además de alimentarse de las plantas (algunos) lo hacen comiendo otros animales. (Los virus son un caso especial, aunque entran dentro de los explotadores en grado sumo). Todos los animales tienen que localizar a las plantas y a los otros animales que les sirven de alimento. Y no sólo localizar sino que también tenían y tienen que desplazarse. Además, los que comían a otros animales debían y deben preocuparse de comer y no ser comidos. Esto supuso el surgimiento en estos últimos del sistema nervioso, un conjunto de células y tejidos especializados en moverlos de un sitio a otro, y de captar toda la información necesaria del ambiente para saber cual es el momento adecuado para moverse. Y no sólo surgió el sistema nervioso, también aparecieron los músculos y los órganos de los sentidos.