Un signo evolutivo es la capacidad que adquieren los seres vivos para desplazarse en dos patas. En la historia de los animales esta característica surgió y desapareció varias veces. Hasta no hace mucho se consideraba a los dinosaurios como los primeros seres que utilizaban esta propiedad.
El Eudibamus Cursoris
Hace más de siete años se ha encontrado en una cantera en Alemania el fósil, de 25 centímetros, de un reptil herbívoro que, desplazándose sobre sus patas traseras, huía, tal vez, de los depredadores carnívoros. Se calcula que vivió hace 290 millones de años, es decir, antes que los dinosaurios, que surgieron sobre la faz de la Tierra 80 millones de años después. El exhaustivo análisis de los restos encontrados demostró que pertenecía a una nueva especie, que se denominó Eudibamus Cursoris.
Este lagarto desapareció misteriosamente hace 210 millones de años, cuando los dinosaurios hicieron acto de presencia. Sus patas posteriores eran más largas que el resto del cuerpo. Las patas anteriores eran muy cortas. Tenía una cola de gran longitud. El tamaño de sus patas delanteras demuestra el bipedalismo del animal.
Según explica David Berman, del Carnegie Museum of Natural History de Washington, «este pequeño animal fue creado para la velocidad». Era muy rápido. Los lagartos actuales pueden llegar a alcanzar velocidades de 20 km/h. El Eudibamus alcanzaba los 25 km/h.
El Eudibamus también tenía pies y articulaciones que hoy no existen en sus congéneres. La articulación de su rodilla era similar a la del hombre. La articulación de la cadera permitía que las patas se movieran hacia adelante manteniendo el resto del cuerpo erguido.
Sus pies, de gran tamaño, contribuían de manera sobresaliente para que alcanzase grandes velocidades. El agarre era mayor y, gracias a su larga cola, el centro de gravedad se mantenía bajo, lo que aumentaba la estabilidad y el equilibrio. Dice Berman: «El Eudibamus corría sobre sus dedos, sobre todo al iniciar la marcha. Esto es propio de los animales rápidos».