Más de un lector habrá aprovechado los meses de verano para ver todas aquellas películas atrasadas, esas que durante el resto del año las obligaciones habían postergado inevitablemente. Seguro, además, que durante el metraje alguno habrá pensado en cambiar de televisor. Y es que, ¿quién no prefiere disfrutar de una gran pantalla, con buena resolución y alta calidad de color?
El mercado nos ha acostumbrado a elegir una televisión por sus dimensiones: mientras mayores mejor. Pues bien, esto no es necesariamente así; sino que las pulgadas seleccionadas deberían ir acorde al tamaño de la habitación en la que situemos el dispositivo.
Del mismo modo, muchos compradores desconocen que la llamada resolución 4K, superior a la Full HD, también lo es a la de la mayoría de contenidos televisivos, por lo que a día de hoy no supone una gran diferencia. Asimismo, no todos los interesados en renovar su aparato están familiarizados con el término de tasa de refresco (medida en hercios), a la cual es proporcional la calidad de la imagen.
Con todo, cuando el comprador primerizo se dirige a la tienda más cercana, probablemente se quede perplejo ante la siguiente pregunta del dependiente: ¿quiere una pantalla OLED o una LED? Se trata de los dos modelos que dominan el mercado y, sin embargo, entre ellos hay diferencias sustanciales.
Así, las LED, las más comunes, incorporan un sistema de retroalimentación basado en unos pequeños dispositivos: los leds, diodos emisores de luz. Por el contrario, en la tecnología OLED la fuente de luz es un compuesto orgánico que ilumina cada píxel por separado. Precisamente, esa pequeña diferencia es la que otorga a estas pantallas la gran virtud que las distancia de sus competidoras LED: un control más eficaz del color, del brillo y del contraste.
En la práctica, el síntoma más evidente de esta ventaja radica en los niveles de negro, más reales e intensos que en otros modelos de pantallas. Entre los principales dispositivos OLED del mercado, destacan los televisores de LG, una marca que también comercializa televisiones LED de alta definición, así como Smart TVS.
Pero el negro puro no es el único punto a favor de la pantalla OLED, sino que su calidad se extiende al resto de la gama cromática. Esto sucede por medio de la incorporación de un subpíxel blanco, que acerca la sensación visual producida por estos dispositivos a la del ojo humano.
Por otro lado, recordemos que la imagen de los paneles LED se percibe distorsionada y pierde nitidez, dependiendo de cuál fuera nuestro ángulo de visión como espectadores. Un fenómeno que han subsanado los televisores OLED, que pueden contemplarse desde cualquier posición.
Por último, el diseño es otro de los grandes atractivos de estos dispositivos, compuestos por un menor número de capas. Una estructura que permite a los fabricantes apostar por modelos más delgados que los LED, o incluso por pantallas curvas. Eso sí, una ventaja que, como todas, se traduce en un precio sensiblemente más elevado que el de sus competidoras.